El sistema democrático que conocemos es aquel en que los ciudadanos quiénes han alcanzado la mayoría de edad tienen el derecho de asistir a las urnas y con su voto elegir a las personas que como autoridades ejercerán y dirigirán el gobierno que deberá trabajar para que la mayoría de los habitantes del respectivo país tenga acceso a las oportunidades que les permitan forjarse una mejor vida.
El sistema otorga el derecho de votar al sector de la población que ha alcanzado la mayoría de edad y excluye a quienes no la han cumplido y a los que han sido privados de sus derechos constitucionales.
El sistema no es perfecto, pero tiene la cualidad de igualar a las personas en el derecho de tomar una decisión libremente, sin que existan preferencias. Es decir, tu voto como estudiante universitario, tiene el mismo valor que el de tu padre que sufraga tus estudios. El voto del empleado de la fábrica tiene el mismo valor que el del empresario que da trabajo a miles de trabajadores. El voto del policía, del soldado, del general y el del presidente tienen el mismo valor. La igualdad es indiscutible.
También permite que quién evade impuestos, trafica drogas, abusa de las leyes, es corrupto, etc., y no ha sido procesado y vencido en juicio tenga el mismo derecho que quienes no han violado la ley. Es decir, la perfección de la democracia se da en el ejercicio de votar, otorgando a hombres y mujeres igualdad para expresar su voluntad.
Pero por supuesto que hay quienes creen estar en la cúspide de la sociedad y ellos se consideran con el derecho de dirigir a la humanidad, este pensamiento llega incluso a condenar la democracia, aduciendo que Jesús fue condenado democráticamente, pues la mayoría favoreció a los ladrones.
Claro está que este tipo de personas que está en contra del sistema democrático únicamente puede estar a favor de un sistema dictatorial, impositivo y del sometimiento de la mayoría a lo dictado por ellos, quienes se consideran superiores al sistema democrático.
Como película de ciencia ficción, lo que hemos vivido en los últimos setenta años ha sido un proceso lento pero permanente en donde esta “élite” ha venido trabajando para establecerse como el “orden mundial” a cuyos dictados todos los humanos debemos someternos.
La última etapa la llamaron “global” y nos hicieron creer que como individuos seríamos iguales, pero la igualdad se daría cuando todos estuviésemos sometidos a su autoridad.
Ninguna nación en el mundo escapó de este experimento y ellos el 1 % de la población, se adueñaron del 90 % de la riqueza del planeta y la utilizan para someternos.
Durante la primera etapa de implementación de este sistema global, engañados vamos a las urnas a elegir a cargos públicos a esbirros de estos señores. Este procedimiento corrupto se exporta de gobiernos de países ricos a los países del tercer mundo.
La segunda etapa experimenta un sistema burocrático con el poder suficiente para someter a las naciones que a él se acojan, este se desarrolla en Europa y lo conocemos como el Parlamento Europeo entidad burocrática que rige a la Unión Europea.
La tercera etapa consiste en fortalecer el sistema dictatorial más efectivo, siendo este el dirigido por el partido comunista chino, pues priva de libertades a 1.400 millones de personas. Razón por la que miles de millones de dólares y decenas de miles de fábricas se trasladan a China, con el objetivo de debilitar la economía y democracia en los EE. UU.
Pero la élite comete un grave error al no considerar la naturaleza humana, y esto conduce a los ciudadanos a rechazar su sistema autoritario en eventos “electorales” en el 2016 en el Reino Unido y los EE. UU. en el 2018 en México y en El Salvador en el 2019, acciones similares se repiten en diferentes países.
El poder de la élite es tal que la voluntad de británicos y norteamericanos son desafiados durante cuatro años.
Finalmente, los británicos abandonan la U. E. y en EE. UU. el fraude electoral dará paso a la reelección del presidente Donald J. Trump derrotando así al totalitarismo.
Así salvadoreños y mexicanos, aseguraremos nuestro futuro.
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