Durante la celebración de un Día de Independencia a mediados de los años 60, recuerdo que mi padre mencionó, mientras cientos de jóvenes marchaban por el centro de la ciudad de Santa Ana: “¿Qué vamos a hacer para dar trabajo a tantos jóvenes?
Posteriormente, fue alcalde de la ciudad y al descubrir la causa que impedía su industrialización dio inicio una campaña para bajar el costo de la energía eléctrica en occidente. Días después recibió una llamada del presidente coronel Julio Rivera quien le ordenó detener la campaña que afectaba a la empresa Clesa y a su propietario, don Tomás Regalado.
Es evidente hoy que los gobiernos militares y el partido político PCN estaban al servicio de la oligarquía, al favorecer sus intereses por sobre el de miles de salvadoreños que se hubiesen beneficiado con el desarrollo industrial de Santa Ana. La tarifa de energía cobrada entonces era la más alta de Centroamérica.
Los gobiernos militares que rigieron El Salvador de 1959 a 1979 obedecían a los dueños de la finca, al no designar fondos suficientes al sistema educativo, pues sus patrones afirmaban que un pueblo educado no cosecharía los cultivos.
Si no viviste esa época y no lees, desconoces del detrimento y del creciente descontento al que la sociedad salvadoreña era sometida, situación empeorada con la propaganda del odio de clases, que desembocó en represión, fraudes electorales, exilio de líderes, desapariciones y asesinatos, acciones ilegales avaladas por la Embajada Norteamericana y sus agencias.
La alianza entre gobiernos norteamericanos y gobiernos militares en América Latina, iniciada a finales de los años 50, comienza su fin en 1975.
Las embajadas norteamericanas restringen ayudas a los gobiernos militares acusándolos de violar derechos humanos y los derroca, pasando a financiar a grupos de masas y terroristas. Los antes perseguidos hoy son protegidos.
Sometidas las naciones a enfrentamientos armados, se establecen regímenes transitorios incapaces de evitar el deterioro económico de estos países. Avanza la “guerra civil”, las necesidades gubernamentales aumentan, se requieren más créditos, resultando estar condicionados, y favorecen al sistema corporativo exterior y a la pérdida de soberanía.
A finales de los años 70, en Medio Oriente, el aliado es derrocado por violar los derechos humanos y el gobierno norteamericano decide establecer un régimen islamista en Irán, sistema que garantizará la desestabilización permanente de la región.
En Centro América, los gobiernos militares aliados que en los 60 “impidieron” el establecimiento de regímenes comunistas, a finales de los 70 son derrocados. La receta suramericana se aplica y los gobiernos transitorios en guerra aumentan la dependencia.
América para los americanos fue entonces para sus corporaciones, políticos y gobiernos, que se lucraron endeudando, explotando nuestras riquezas, corrompiendo a su vez nuestras estructuras políticas y gubernamentales. Sus dictados nunca favorecieron a Latinoamérica.
Este sistema de explotación funcionaba a la perfección.
La Unión Soviética fue desintegrada implementando el mismo sistema, pero el plan de desintegrar Rusia fracasa tras la caída de Gorbachov, siendo desterradas las corporaciones bancarias encargadas de ejecutarlo.
Exacerbar las diferencias étnicas era el procedimiento por llevar a cabo, el cual posteriormente, con éxito, se aplicó en Yugoslavia, convirtiendo a una poderosa nación en pequeños estados dependientes del endeudamiento occidental.
El malévolo plan para establecer el gobierno mundial está teniendo serios traspiés, hasta el punto en que sus promotores lo reconocen en el Foro Mundial de Davos.
El Salvador es un obstáculo para este plan liberal, global, neocolonialista, dictatorial o como lo quieras llamar.
Sí, esta gran nación lidera batallas en contra de este sistema dictatorial, aunque lo dudes. Los salvadoreños tomamos consciencia del daño que nos causó la polarización política, la dejamos atrás y juntos apostamos por la ruta más arriesgada, la de unidos forjar nuestro destino. Elegimos nuestro presidente y a nuestros poderes legislativo y judicial, y fuimos testigos del desacuerdo expresado desde el extranjero.
Decidimos disminuir nuestra dependencia económica al adoptar el BTC como moneda de curso legal. Valiente decisión, rechazada por los acreedores. Decidimos invertir en nuestra gente, facilitando el acceso al crédito, invirtiendo en educación, salud, seguridad, infraestructura y combatimos los ilícitos.
El camino no será fácil, pero un futuro más independiente se perfila, mientras los esfuerzos liberales por suprimir libertadas fracasan en Perú y Ecuador.
“Libertad se escribe con sangre”.
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