Desde mi nacimiento hasta 1968 los medios de difusión como la radio, la prensa y la T. V. eran un oligopolio que proveía solo la información local aprobada por los gobiernos militares y sus financistas, la oligarquía; del exterior dependían de la información de agencias internacionales que se permitían pagar como: France Press, EFE, UP y otras. Esta información moldeaba la mente de mayores y jóvenes y destacaba entonces las atrocidades que la revolución cubana ejecutaba, acompañada de una constante polarización política entre capitalismo y comunismo.
Los gobiernos militares, al servicio de la oligarquía salvadoreña, se mantenían en el poder desde el golpe de Estado de 1959, el que depone al coronel José María Lemus.
Diez años transcurrían desde entonces y la inestabilidad del país crecía a tal grado que se declara la guerra a Honduras, acto que, si bien unifica a los salvadoreños, solamente dura 100 horas, dándose un acontecimiento por pocos conocido y en el que Schafik Hándal resulta catapultado a la secretaría del partido, pues él apoya a la Fuerza Armada, y el entonces secretario del PC, José Cayetano Carpio, no lo respalda, por lo que renuncia.
Nadie previó que las diferencias entre estos dos líderes, Hándal y Carpio, se darían de nuevo antes de negociar la paz. Carpio se inclina por la victoria militar y es apoyado por Mélida Anaya Montes, lideresa del Bloque Popular Salvadoreño. Esta disidencia en la cúpula guerrillera solo podía zanjarse con una purga, la que conduce al asesinato en abril de 1983 de Mélida y Cayetano. Hándal consolida la dirección de los grupos de guerrilla, quedándole expedito el camino a la negociación de la paz.
En El Salvador, desde 1959, los gobiernos norteamericanos imponen a los militares como gobernantes, justificándolo con el evitar la penetración comunista, ordenan reprimir con los cuerpos de seguridad a los políticos que se oponen a los gobiernos militares y facilitan la polarización política y las campañas de odio, se reduce la productividad, desde el exterior se da el golpe de Estado y los salvadoreños hemos caído en la trampa de la guerra que nos lleva a matarnos entre hermanos.
El Salvador era conducido por la ruta de destrucción que sufría el cono Sur y Nicaragua, donde el negocio de la guerra, el endeudamiento de gobiernos y la dependencia crediticia al final llevaba a perder la soberanía y, a cambio de créditos para la reconstrucción, se entrega la soberanía nacional.
En nuestro país, la proyección de establecer un régimen socialista fracasa, pues nace un liderazgo que políticamente derrota al sistema socialista que impulsa Washington para coloniza América.
Esta es otra parte de la vida que viví y de ella doy testimonio en la obra LOS GUERREROS DE LA LIBERTAD cuya tercera edición fue publicada en 2020.
Sí, me había casado, tenía dos hijas y el terrorismo asolaba El Salvador, y si bien muchos abandonaron el país, mayor fue el número de los que decidimos ofrendar nuestras vidas si era necesario por preservar lo que teníamos, muchos ya no están con nosotros, y yo agradezco a Dios por ser privilegiado y poder compartirles este relato.
Si bien nuestra victoria fue parcial, en El Salvador no sucumbió el plan colonialista. El precio ha sido alto, casi 200,000 vidas sacrificadas; pero con orgullo podemos decir que continuamos por nuestra soberanía económica y política, rechazando la corrupta injerencia extranjera y agradeciendo el acompañamiento del Salvador del Mundo.
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